Pocos placeres como comerte a besos a un bebé que acabas de bañar y retoza contigo de felicidad mientras lo encremas y lo vistes. Todo él posee la exuberancia y la perfección de la vida. No hay suavidad más grande que su piel; en ella se encuentra todo un futuro, todo un mundo de sueños y el aroma de la vida también. Recuerdo cuánto gocé oler, sentir y apretujar la piel rolliza en brazos, piernas, pies y carita de mis hijos y nietos cuando fueron bebés.
Poco a poco con melancolía observas que mientras crecen y se estiran, esa grasita subcutánea --que solo los bebés poseen, empieza a adelgazar y a distribuirse de manera más discreta, para darle forma al cuerpo de niño y después de adolescente. Mas esa grasita subcutánea a esa edad, aún se mantiene firme y pareja, lo que proporciona de lozanía a los jóvenes; y que quienes pasamos de los treinta años de edad, en su momento dimos por un hecho.
Después, conforme envejecemos, esa capa de grasa se vuelve muy delgada, desaparece o se desacomoda internamente de manera caprichosa, lo que da al rostro una apariencia de cansancio, de flacidez, de bolsas en los lugares erróneos y de edad.
Bien pues ese efecto de lozanía que los jóvenes poseen, hoy la medicina moderna la intenta imitar al inyectar los rostros de mujeres con diversas sustancias --tanto en labios, mejillas, dorso de las manos que se vuelven extrañas al tacto, o bien rellenar ojeras que aparecen con la edad y casi nunca con buenos resultados.
¿Cómo devolver ese acolchonado natural?
Lo que dichas sustancias intentan suplir, es lo que soporta las capas de una piel joven: grasa, si grasa joven y firme que cuando desaparece por la edad, la piel resulta en bolsas, papada, arrugas y demás. En ocasiones ni el Botox ni las cirugías plásticas pueden devolver ese acolchonado natural que poseen los jóvenes.
Si la grasa que tanto hemos satanizado y que cada vez se descubre que algunas de ellas son esenciales para la salud, es la que le da soporte al pelo, a la piel y por supuesto al rostro para lucir décadas más joven. La buena noticia es que si la podemos restaurar de manera natural.
Aquí algunas maneras de lograrlo:
1.- Antes que nada asegúrate de tener una buena alimentación rica en antioxidantes, en especial de frutas y verduras que aseguren la buena nutrición y función a nivel celular.
2.- Reduce el consumo de azúcar –en todas su formas, a lo mínimo; es lo que más rápido envejece a una persona además del estrés.
3.- Agrega una cucharada de polen de abejas a tus licuados, ensaladas o jugos. La combinación que contiene de enzimas, vitaminas y oligoelementos como potasio, magnesio, calcio, lo vuelve único y hace que sea un tesoro alimenticio que colabora en devolver la frescura a la piel.
4.- Consume grasas buenas tipo: aceite de oliva, aceite de coco, aguacate, aceitunas, aceites de pescado y yogur griego natural que contiene probióticos.
5.- Si pasas de los treinta y cinco años de edad, es muy importante que revises tus niveles de hormonas, cada una de ellas impacta la manera en que luces, en especial los estrógenos. La diferencia entre una mujer con estrógenos y una sin ellos es muchísima: Se nota en su gusto por la vida, en su modo de caminar, en sus ganas de vivir, de sonreír, de disfrutar hacer el amor, en su humor, energía y demás. Sobre todo en su cuerpo y en la frescura de su piel. Es importante que consultes un médico de medicina funcional que esté a favor de las hormonas bioidénticas, que son exactamente iguales a las que tu cuerpo produce. En lo personal, te comparto que llevo doce años de usarlas y me siento de maravilla. Los estrógenos mejoran el grosor y la elasticidad de la piel.
6.- Aplica miel de abeja como mascarilla. Es una antigua receta, pero la miel sigue siendo una maravilla: restaura la humedad y el grosor de la capa de grasa en la epidermis y en la dermis, entre otros beneficios. Te comento que mi mamá tiene ochenta y cinco años y desde que recuerdo, diario se ha puesto por las mañanas una mascarilla de miel de abeja, unos minutos antes de meterse a bañar; tiene un cutis envidiable. Además, si combinas la miel con aceite de coco por partes iguales y la mezclas a bajas temperaturas en la estufa, es un gran tratamiento. Puedes agregar un poco de lecitina –la encuentras en tiendas de alimentos naturales, lo que ayuda a prevenir que las dos sustancias se separen, además de que hidrata también. La puedes envasar para que sea más cómodo.
7.- Aplica Vitamina E. Si, hace un tiempo se puso de moda y después la olvidamos; sin embargo, el aplicar cápsulas de vitamina E sobre el rostro a manera de mascarilla es una gran manera de darle antioxidantes directo a la piel como son los tocoferoles y los tocotrienoles, desde el momento en que la aplicas. Restaura la lozanía de la piel y con el uso frecuente, los resultados son asombrosos. Ésta vitamina es altamente lipofílica, lo que significa que al aplicarla tópicamente, penetra a través de las capas de la piel y ayuda a nutrir el tejido. Tiene propiedades antiinflamatorias y ayuda aumentar la micro-circulación en la piel, además de que la protege de los daños del sol.
Con un mucho de constancia y disciplina, es posible regresar el tiempo y devolverle a la piel esa frondosidad que alguna vez, años atrás tuvo. Confía en ello.