Imagina por unos segundos que escuchas música deliciosa y relajante. Ahora imagina que arrastras tus uñas a lo largo de un pizarrón y escuchas ese sonidito que eriza la piel. Y, para terminar, imagina que exprimes unas cuantas gotas de limón en tu boca.
Nada de lo anterior existe. Sin embargo, tu mente produjo reacciones físicas totalmente diferentes. Esto se debe a que el cerebro no sabe distinguir entre la realidad y la ficción. Es por ello que cualquier cosa o situación que imagines, cualquier pensamiento que cruce por tu mente, provoca que tu cuerpo reaccione como si fuera real.
Ser conscientes de esa relación y recordarla constantemente es una de las claves —si no es que la clave— para lograr una armonía interior.
El efecto placebo
Durante la Primera Guerra Mundial era frecuente que se terminaran las medicinas en el frente de batalla. Sin embargo, los doctores encontraron que podían aliviar y calmar el dolor de sus pacientes con un “placebo” —pastillas que simulaban ser efectivas— o con la noticia de una intervención quirúrgica inexistente. Lo curioso es que un sorprendente número de pacientes que recibía ese “tratamiento” mejoraba.
Hacia 1950, la comunidad médica, a través de muchos estudios, acreditó los efectos del placebo. De hecho, cuando nos enteramos de métodos antiguos para curar, de pócimas milagrosas, de los efectos “mágicos” de un hierbero o chamán, que la medicina alópata nunca aprobaría, podemos darnos cuenta del potencial del efecto placebo. Basta que la mente lo crea curativo para que el cuerpo obedezca. ¡Es increíble el poder de la mente!
El efecto nocebo
De acuerdo con los estudios de R. H. Hahn, también existe el efecto contrario. En este caso, la mente crea consecuencias tóxicas en el cuerpo como una reacción a situaciones o causas totalmente irreales o imaginadas. En un experimento realizado a personas extremadamente alérgicas a la hiedra venenosa, se les frotó la piel con una hierba completamente inofensiva, pero se les dijo que era hiedra venenosa. A todas y cada una de ellas les salieron ronchas.
¿Te imaginas todas las implicaciones que tiene en nuestra vida esta relación entre mente y cuerpo? Significa que si tu mente está en armonía, si no permites los malos pensamientos y te esfuerzas en sólo ver el bien de las cosas y de las personas, tu cuerpo estará en armonía, por ende, tendrá salud. No es poca cosa.
Los genes
Hoy se sabe que los genes tienen que trabajar en equipo para expresarse o suprimirse en cada célula. ¿Pero en equipo con quién? Me parece increíble saber que cada átomo, molécula, célula, tejido y sistema del cuerpo funciona a un nivel de coherencia energética similar al estado de ánimo —consciente o inconsciente— de la persona. Ahí influye nuestra actitud, nuestra voluntad y nuestros pensamientos como cocreadores de nuestra vida.
Es decir, un gen puede ser activado en el interior de nuestro cuerpo a partir de estados emocionales, biológicos, mentales, neurológicos, espirituales y energéticos; y de forma externa por factores como la temperatura, los traumas, las toxinas, las bacterias, estilo de vida y demás. Muy pronto los doctores, en lugar de recetarnos alguna medicina (o quizá además de ella), recomendarán desarrollar un pensamiento bueno, tener un día de gratitud, cultivar un sentimiento positivo o llevar a cabo un acto de altruismo.
Darnos cuenta de que sólo nosotros tenemos el control de nuestras emociones y pensamientos es todo un descubrimiento. ¿Cuál es el siguiente paso? Trabajar en ellos.