Querida azúcar: como en cualquier relación, antes de despedirme de ti debo agradecerte todo lo que hiciste por mí. Eres deliciosa, cautivadora, atractiva y adictiva como pocas sustancias, pero todo tiene un final.
Te quiero agradecer que fuiste una parte importante de mi infancia, en especial de los cumpleaños, fiestas infantiles, posadas y días de muertos. Por ti me encantaba asistir a todas esas festividades y reunir, con avidez de adicta, la mayor cantidad de dulces de las piñatas.
Me acompañaste durante casi todos los días de la primaria; eras tú la que me motivaba a ahorrar el domingo que mis papás me daban, para gastarlo en la tienda del colegio. Aunque, claro, muchas tardes las pasé en el consultorio del dentista Chema Navarro.
Durante el recreo, aunque fuera sólo por un rato, después de haberte consumido, me hacías sentir muy bien y llena de energía. Me dabas fuerzas para correr tan rápido como lo hacía la campeona de atletismo del colegio; pero después me sentía cansada y con sueño durante las clases de la tarde.
Sí, ahora me doy cuenta de que entre más te consumía, más buscaba tu compañía; y, gracias a ello, olvidaba la tristeza de sentirme la niña más torpe en los deportes debido a mi gordura.
Todas las tardes, antes de sentarme a hacer la tarea, corría a buscarte a la despensa de mi casa para comerte en forma de galletas María con cajeta. ¡Ah, qué delicia, cómo te disfruté!
Gracias a ti, mi papá me decía, con cariño y sarcasmo, que parecía hermana del Enano Margarito, un personaje chiquito y redondo que salía en la televisión de aquel entonces, lo cual no sé por qué me divertía.
En mi pubertad, sin duda me ayudaste a pasar momentos difíciles en familia. Me dabas alegría con tu presencia en cuanto postre, pan, dulce, chocolate, refresco y cajas de cereales se me atravesaban. Esto, claro, también me causó muchos dolores de panza y pesadillas por las noches; y cuando te dejaba me volvía la persona más irritable de la casa.
Gracias a que en la adolescencia “me estiré y me entró la vanidad”–como decía mi mamá–, así como el gusto por atraer al sexo opuesto, empecé por primera vez a adelgazar y a quererme más a mí misma que a ti. Ni modo, sé que te duele saberlo y que a diario tratas de seducirme y reconquistarme de nuevo, pero estoy decidida a alejarme de ti. Prefiero cuidarme para llegar sana a cumplir los cien años de edad. Así que como puedes ver, no eres tú, soy yo. Y a continuación te expongo por qué.
Razones por las cuales he decidido dejarte
1.- Afectas la habilidad de mi cuerpo para regular los niveles de azúcar en la sangre, por lo que eres la principal causa de un sinfín de enfermedades, entre ellas la obesidad y la diabetes. Además, te han relacionado con problemas en los riñones, en el hígado, en el sistema nervioso, y en los ojos; y te han vinculado con la hipoglicemia, la hiperactividad, el déficit de atención, las infecciones vaginales, el aumento de ácido úrico en la sangre, los desórdenes emocionales y mentales y el desequilibrio en los neurotransmisores del cerebro. Sin contar que al incrementar la insulina, también aumentas los radicales libres en el cuerpo.
2.- Debilitas mi sistema inmunológico como pocas sustancias. Los macrófagos que tienen la misión de destruir, bloquear y activar mis mecanismos de defensa quedan bloqueados por tu culpa, por lo que les impides actuar. Es así que puedes reducir hasta cuarenta por ciento la capacidad de mis glóbulos blancos para atacar a los gérmenes que aparecen en mi organismo. ¿Te parece justo?
3.- Provocas que envejezca más rápido. Causas un proceso que se llama glicación avanzada: cuando te acumulas en la sangre ésta no encuentra transporte y termina uniéndose a las proteínas. Una de las tantas cosas que dañas es el colágeno y la elastina, que son las proteínas que tienen la misión de mantener la piel firme, sin arrugas y con aspecto más joven.
4.- Inhibes la absorción de minerales tan necesarios para el buen funcionamiento de cada una de mis células en el organismo. Se ha determinado también que al consumirte el cuerpo elimina el calcio en mayor cantidad, de tal manera que se ve forzado a sustraerlo de los huesos y los tejidos. El desgaste de calcio en huesos causa que se vuelvan porosos y frágiles, lo cual finalmente conduce a la osteoporosis. ¿Te parece poco?
5.- Elevas las probabilidades de que padezca algún tipo de cáncer y de que éste se reproduzca en el organismo con mayor facilidad.
6.- Eres una de las mayores causas por las que subo de peso. Cuando te consumo en exceso, te acumulas y almacenas como grasa, en especial en la mitad de mi cuerpo.
7.- Me vuelves temperamental. Cuando me siento baja de energía o no dormí bien la noche anterior, mi cuerpo te vuelve a buscar como antaño para sentirse bien; pero la sensación es momentánea, lo que hace probable que me atrapes y me subas a tu montaña rusa.
8.- Y, por si fuera poco, causas muchas caries.
Por todo esto, querida azúcar, te digo adiós. Como te mencioné, decidí quererme más que a ti.