La historia que voy a contar me parece increíble. Revela la conexión profunda entre los humanos y los perros, además de ser una razón más para respetar, admirar y adorar a estos animales.
Katie Krampitz tenía tan solo tres años de edad cuando le diagnosticaron diabetes tipo 1, condición que, varias veces al día, eleva y produce caídas en picada de los niveles de azúcar en la sangre.
Con las subidas siente náuseas y la boca se le seca, con los desplomes comienza a temblar, le dan tremendos dolores de cabeza y pierde la habilidad de enfocarse. Katie por lo general se siente bien, excepto cuando aparecen los síntomas de manera abrupta. Entonces tiene únicamente unos minutos para tomar las medicinas que la estabilizan.
Hace dos años, los papás de Katie comenzaron a buscar la forma de controlar en lo posible los niveles de azúcar en la sangre, pues las fluctuaciones drásticas podían afectar sus órganos, en especial los riñones. En lugar de comprar un costoso aparato de alta tecnología, optaron por algo mucho más hermoso: un perro labrador de siete meses llamado Rue.
Resulta que Rue estaba entrenado para alertar a Katie sobre las variaciones peligrosas de los niveles de azúcar ¿No es increíble? El labrador negro toca con su pata a la niña de manera constante cuando el azúcar sube demasiado, y la lambe y toca con la nariz cuando decae por debajo de lo normal. Ocho meses después de que Rue formara parte de la vida de Katie se comprobó, mediante una muestra de sangre, que los niveles de glucosa eran perfectamente estables por primera vez desde el diagnóstico.
Hoy Katie tiene 17 años, es raro verla sin su perro. Rue la acompaña a todas partes, desde al cine con sus amigas, hasta a su trabajo en un centro comercial, de acuerdo con el reportaje de la revista The Good Life del mes de julio.
Esta historia me conmueve mucho, no sólo por la consabida inteligencia de los perros, en especial de los labradores –que son mis favoritos–, sino por los alcances que pueden tener en nuestras vidas, sobre todo en la salud. Es asombroso su grado de agudeza, fidelidad y sensibilidad en asuntos cotidianos o en las pequeñas instrucciones que les damos; por ejemplo, Rue es capaz de avisar a Katie 30 a 40 minutos antes de que suceda una crisis, lo que la ha salvado en múltiples ocasiones de padecerla.
Su poder olfativo
Para comprender el poder olfativo de un perro, hay que compararlo con el nuestro. “Los perros tienen 300 millones de receptores olfativos y pequeñas proteínas dentro de la nariz que ayudan al cerebro a procesar olores, mientras que los humanos tenemos sólo cinco millones”, comenta Dina Zaphiris, fundadora de In Situ Foundation, institución dedicada a entrenar perros para olfatear el cáncer en etapas tempranas.
“Si nosotros podemos detectar un determinado perfume en un cuarto, un perro puede detectar el mismo perfume en un estadio de futbol lleno de personas”, agregó para la revista antes mencionada.
Por otro lado, investigadores de las universidades de Pennsylvania y Maryland, encontraron que a un año de haber sido hospitalizados por enfermedades cardiacas, el promedio de mortalidad entre los pacientes que convivían con un perro era de un tercio en relación con aquellos que no lo hacían. Su presencia durante un periodo de estrés o enfermedad reduce nuestra reactividad cardiovascular... Quizá se deba a que son compañeros que no juzgan, únicamente aman.
Acaríciame
Hace poco mi esposo y una servidora esperábamos en el aeropuerto de Denver, Colorado, sentados en la sala de desembarque para tomar nuestro vuelo, cuando pasaron frente a nosotros dos parejas de adultos mayores, cada cual con un labrador y un golden retriever con una cubierta de tela roja en la que se leía: “Acaríciame”.
—Es la primera vez que veo algo así, ¿les puedo preguntar con qué fin lo hacen? —Le dije con curiosidad a la pareja de pelo blanco.
—Acariciar a los perros es una forma de reducir el estrés de las personas y nosotros somos voluntarios en hospitales o lugares públicos como éste. A la gente le fascina tener contacto con perros entrenados, la relaja y la pone de buen humor. A los pacientes de cáncer, en especial a los niños, les gusta mucho y les alegra el día que subamos al perro a la cama para que lo acaricien.
Nos despedimos de la pareja después de haber acariciado por un rato a los perros, que en verdad nos dejaron una sensación muy placentera y una sonrisa en los labios. "Qué buena idea –comentamos–, también debería realizarse en México".
Los perros son una gran compañía, a los niños les enseña un sentido de responsabilidad, al procurar su cuidado, y a un adulto mayor le brinda una relación de cariño que desplaza la sensación de soledad. Además, tener a alguien a quien cuidar satisface la necesidad humana de sentirse requerido. Todos hemos conocido personas cuyo perro es su razón de vivir.
Sin duda al tener un perro, cuidarlo y quererlo recibiremos con creces lo que damos.