Estoy convencida de que no hay casualidades.
Cuando acepté presentar el libro Un regalo con envoltura extravagante, de Gerardo y Maruja Cándano, lo hice como un favor para una amiga, quien conocía a los autores y a través de ella me lo habían solicitado. Nunca antes había oído hablar de ellos, por lo que comencé a leer el libro un poco reticente. Para mi sorpresa desde la primera página entendí que el favor en realidad me lo hacían los autores a mí y no yo a ellos.
¿Sincronicidad, coincidencia, casualidad? No lo sé, pero agradezco infinitamente que este libro haya llegado a mis manos, porque valida y comprueba todo lo que en este momento estudio y busco con pasión sobre los campos de la conciencia y de la mente, así como del efecto que tienen sobre nuestro cuerpo, salud y vida.
Al haber vivido un reto de salud sentí y supe lo que es ver las cosas desde la otra orilla; misma que, por más empatía que tengas, nunca puedes vislumbrar a menos de que físicamente tus pies estén parados sobre ella.
Toda proporción guardada, supe lo que era vivir la sensación del abismo, sentí lo fundamental que es el amor y el apoyo de las personas para salir adelante; y también entendí que la actitud es la invitada más importante a la ecuación.
Asimismo, al ver el título del primer capítulo: “Enseñamos lo que queremos aprender”, sentí que me topaba con una gran pared blanca que me hacía detenerme y me sacudía. En esa frase se expresa el motor que me ha llevado a escribir los 14 libros que he publicado, y que, sin embargo, no había hecho consciente.
En ese instante entendí que su libro era mucho más que un testimonio de supervivencia de cáncer. Gerardo y Maruja son un matrimonio que durante 20 años vivió y comprobó la importancia que tienen la actitud, los pensamientos, el perdón, la fe, el espíritu y la física cuántica frente al diagnóstico nada esperanzador de menos de cinco años de vida que fue dado a Gerardo por los doctores, cuando tenía 45 años y cinco hijos.
“Acepta el diagnóstico: tienes un tumor canceroso, pero no aceptes el pronóstico. El tiempo de vida es tuyo, está en tus manos y en las de Dios, así que estudia, aprende, trabaja, inventa, dibuja, escribe un cuento, lee cuentos. Vivir es una aventura, no un destino, sanar es una aventura, una experiencia de vida.”
Y así como lo escribió, lo realizó. Admiro la grandeza de alma de Gerardo y Maruja, quienes crearon algo a partir de su experiencia, y con ello entiendo que nada en la vida es una casualidad.
Gerardo trabajó en sí mismo, en su crecimiento interior, en su espiritualidad, en su mente y en especial en su actitud; su ejemplo sirve de testimonio fehaciente que comprueba que el amor y la actitud pueden modificar no sólo las células de nuestro cuerpo, sino la enfermedad en sí y nuestra visión de la vida.
Pero tanta ayuda requiere el enfermo como el acompañante que vive con él. Mi reconocimiento y admiración a Maruja quien, por lo que leí, personifica de manera sublime aquella promesa que todos pronunciamos al momento de casarnos, sin saber bien a bien su significado real: en lo próspero y en lo adverso; en la salud y en la enfermedad.
Dicen los sufís, que “Cuando el corazón llora por lo que perdió, el espíritu ríe por lo que descubrió”.
Les doy las gracias a ambos a nombre de las miles de personas a las que han ayudado en su proceso de sanación a lo largo de estos 26 años en cecura (Centro de Curación de Actitudes), institución que tiene presencia en 12 estados del país. Si quieres conocer más al respecto, puedes ingresar a www.cecura.org.mx.