Pablo, con 14 años de edad, se convirtió en mago. Ha descubierto los secretos para entretener a la familia y los amigos. Siente verdadera pasión por el embrujo que causa su habilidad con las manos, misma con la que deja pasmado a su público. Se ha dedicado a aprender diferentes jugadas, las cuales nos muestra en cuanto puede. A mi parecer, lo que mi nieto en realidad ha descifrado no es tanto lo que la magia produce, sino los efectos en su autoestima... pero ése es otro tema.
Pablo ahora sabe, como cualquier ilusionista o mago, que la clave está en lograr que las personas desvíen su atención de lo que en realidad sucede. Verlo realizar sus maniobras me hizo pensar que ocurre de la misma manera en la vida: lo invisible es lo realmente importante. En el día a día solemos vivir distraídos por lo que vemos y tocamos, creemos que lo que este mundo tridimensional nos ofrece lo es todo.
Sin embargo, no somos conscientes de que los pensamientos y las emociones, así como la energía que generan, transitan por el aire al igual que todas las ondas de los cientos de canales de televisión, de los millones de celulares o de las estaciones de radio que podemos sintonizar. Estas energías sutiles son los elementos principales de nuestra vida.
“Sólo con el corazón se puede ver; lo esencial es invisible a los ojos”, nos dice el Principito. Y la física cuántica nos demuestra que el campo energético, que es invisible, es lo que gobierna el mundo material. Este es el tema que me apasiona y que estudio desde hace tres años.
El juego de la existencia está lleno de posibilidades, pero sólo se convierte en mi realidad aquella opción en la que fijo mi atención.
Imagina que te encuentras en un parque rodeado de muchas personas que llevan a cabo diversas actividades: unos venden globos, otros andan en patines, en bici o llevan una carriola; otros más caminan, corren o se recuestan en el pasto. Sin embargo, en ese momento no ves la fuente o a quienes juegan futbol, por lo que para ti no existen, ¿cierto? Sólo existen aquellas cosas o personas que ves y observas.
La física cuántica llama a este hecho “colapsar una experiencia”. Es decir, en el campo de las infinitas posibilidades, sólo cobra realidad aquello en lo que fijas tu atención, por lo tanto, el observador –tú–, tiene un impacto muy fuerte en su realidad.
En algunos experimentos, un electrón cambia de onda a partícula por el solo hecho de ser observado. ¿No es fantástico? El observador afecta, le da vida, a lo observado. Si esto es así, considera lo que deseas atraer o tener en tu vida, ¿en eso fijas tu atención?
Al enfocar la mente en un pensamiento de manera cotidiana y sostenida, damos lugar a que ese pensamiento "colapse" la probabilidad en una experiencia real. Por eso es muy importante entrenar al observador. Si nos damos cuenta de nuestros pensamientos habituales, podremos decidir lo que queremos borrar o manifestar en el escenario de la vida.
Comprender esta idea nos da el gran poder de co-crear el mundo en el que vivimos. El pensamiento afecta la realidad, es por eso que el poder de una mente enfocada es enorme. Por el contrario, me parece poco alentador percibir el mundo con una lente en la que el pensamiento no tiene incidencia alguna sobre lo que llamamos realidad.
Todo lo que existe es al mismo tiempo onda y materia. La vida, tal cual hacen los magos, nos distrae con la materia, nos embruja y nos pasma, perdemos de vista que lo importante está en lo que no vemos: en la onda infinita de posibilidades. Entender la potencia de esta verdad nos convierte en verdaderos magos.