Sientes una gran paz y armonía interior. Te percibes en sincronía contigo, con los demás y con lo que te rodea. De tu corazón surge una expansión de energía que te revitaliza. Tus sentidos se amplifican –todo cobra más luz y color, hay más claridad de sonido, mayor sabor y mejor textura. Las cosas que normalmente te irritan, las ves como minucias. Tu cuerpo se siente en casa y tan en paz, que tu mente y tus ideas se aclaran. De ti surge un halo que invita a querer estar cerca de ti.
Esta sensación de plenitud que la mayoría hemos tenido en algún momento de nuestra vida, es un regalo que llega de manera espontánea y sin haberlo pedido. Estudios recientes comprueban que ese regalo genera un estado de coherencia interna que además de felicidad, nos proporciona un sinfín de beneficios.
Si quisiéramos describir ese estado en una sola palabra, ésta sería: amor.
A lo largo de la historia, alquimistas, sabios, pintores, músicos y poetas han intentado transmitir ese poder transformador que el amor tiene. Pero sólo hasta años recientes surgieron evidencias científicas sobre la manera en que, en efecto, las emociones positivas como el amor, la gratitud, la bondad, la generosidad, mejoran todas las áreas de la vida del ser humano, en especial la salud, la creatividad y la longevidad.
El HeartMath Institute, en especial uno de sus investigadores, el doctor Rollin McCraty, en su libro The Appreciative Heart, se han concentrado en el cómo y el porqué de lo anterior expuesto, así como en la relación que esto guarda con los patrones rítmicos del corazón, que al interactuar con el cerebro incede en los planos físico, psicológico, cognitivo y emocional.
Somos un sistema organizado, en el que todas nuestras habilidades y facultades trabajan en conjunto y de manera ordenada. Por ende, cuando experimentamos emociones como ira, frustración o ansiedad, el ritmo del corazón se hace más errático y desordenado, lo que afecta a nuestro organismo. En cambio, procurar emociones positivas y mantenerlas voluntariamente por unos minutos –ojo con esto–, se asocia con patrones más coherentes en el ritmo del corazón, lo cual impacta muy favorablemente no sólo nuestro sistema, sino nuestra conducta, desempeño y demás.
El término “coherencia”, como dice McCraty, se usa en el ámbito de la física para describir la distribución ordenada de energía que hay en una ola. Es decir, cuando nuestro sistema opera en modo coherente hay mayor resonancia, sincronicidad y eficiencia en nuestras funciones; todo se armoniza como un reloj suizo: respiración, ritmo cardiaco, ondas en el cerebro y presión sanguínea.
Si bien, esta coherencia fisiológica es algo natural y puede darse de manera espontánea, la clave para cambiar patrones en nuestro organismo es sostenerla.
La respiración rítmica consciente puede inducir a patrones coherentes, sin embargo a muchos se les dificulta sostenerla por ratos largos. Por otro lado, McCraty descubrió que los individuos pueden producir períodos extendidos de coherencia fisiológica, al generar y sostener voluntariamente una emoción de aprecio.
Cuando cierras los ojos e imaginas una escena de gratitud, por ejemplo, hacia la naturaleza o traes a tu mente a alguien con quien estás profundamente agradecido y mantienes esa sensación por unos minutos, en tu arquitectura neuronal se establecen y refuerzan patrones coherentes, mismos que viajarán a todo tu organismo. A ese estado inducido a voluntad, McCraty le llama coherencia psicofisiológica.
Existe un método muy eficiente para lograrlo, de él te hablaré la próxima semana.