“No sabo qué quiero…”, le dijo el niño de dos años lloriqueando a su mamá, después de que ella le preguntara qué quería y cuál era la razón por la que lloraba.
Escuchar esto me hizo gracia, ya que la transparencia de los niños es una gran lección para los adultos. ¿Cansancio, hartazgo, hambre, sueño o todo lo anterior junto? ¡Cuántas veces me he sentido así, con ganas de decir: “No sabo qué quiero”! ¿Lo has sentido alguna vez?
Uno de los mejores regalos que la vida nos da es la posibilidad de elegir. Sin embargo, los cambios constantes y la velocidad a la que ocurren pueden darnos la sensación de estar rebasados ante la demanda de toma de decisiones que nos tocan el hombro insistentemente para llamar nuestra atención. El regalo resulta una bomba de irritabilidad, estrés y confusión.
El cómo y el qué decidimos momento a momento influye en nuestra calidad de vida. ¿Mando la información por correo o cito a una junta para discutirlo personalmente? ¿Estudio mi clase de historia o acomodo el closet? ¿Contesto la llamada de la oficina o atiendo la plática de mi pareja? Pequeñas decisiones que ocupan espacio en la memoria y causan una soterrada ansiedad, aun cuando creamos no estar pensando en ellas.
Además, las “pequeñas decisiones” se acumulan y rondan por nuestra mente durante horas, saboteando nuestra energía y sensación de bienestar. Pero no nos hagamos ilusiones, postergarlas también causa estrés. Y, aunque hay momentos en los que sería mucho más fácil no decidir, optar por eso también es decidir.
Las “grandes decisiones” requieren de tiempo y de inteligencia para tomarse; incluso solemos posponerlas para la “siguiente semana”, “hasta que tenga más información” o “más tarde”. ¿Acepto la promoción de la empresa y me mudo de ciudad? ¿A qué escuela meto a mis hijos? ¿Invierto mis ahorros en esto o los dejo en el banco?
Lo que a continuación te voy a compartir es una técnica que sólo toma un minuto de tu tiempo y te ayuda a decidir mejor.
La inteligencia del corazón
Nuestras emociones influyen más en la toma de decisiones de lo que imaginamos. Observa que cuando estás estresado e irritable no puedes pensar de manera clara. En cambio, cuando estás tranquilo, tu mente, tus emociones y tu cuerpo tienen coherencia y puedes ver el panorama completo.
En una decisión es la emoción, no el intelecto, lo que moviliza las energías. El intelecto te puede dar la dirección, pero la emoción es la gasolina.
Es por eso que se requiere la inteligencia del corazón, responsable de la creatividad, de la empatía y del sentido común, para tomar buenas decisiones.
Esta técnica fue creada por un grupo de científicos del HeartMath Institute. Se llama “Coherencia Rápida” y ayuda a alinear mente, corazón y emociones para decidir mejor.
Primer paso. Enfoca tu atención en el centro del pecho o el área del corazón.
Segundo paso. Respira e imagina que el aire fluye a través del área del corazón. Inhala y exhala, haz el ciclo cinco segundos más largo y profundo de lo normal. Esto automáticamente te relaja.
Tercer paso. El más importante: mientras tu atención está en el corazón e inhalas y exhalas a través de él, activa una emoción positiva. La forma más fácil de lograrlo es traer a tu mente un lugar de paz, un ser querido o a tu mascota y sentir aprecio, orgullo o gratitud hacia ellos. Cuando estés en ese estado pregúntate "¿qué debo hacer?" Y percibe el susurro que surge de la inteligencia del corazón.
Practica esta técnica y verás que ya no vuelves al “no sabo qué quiero”, que tanto estrés e irritabilidad nos causa.