Pensamos que el estrés es malo ¿cierto? Sin embargo, te invito a preguntarte ¿hoy sería posible tener una vida sin nada, nada de estrés? ¿Qué significaría esto? Una de dos: o estamos en estado de coma o vivimos con depresión. Es decir, el estrés significa que estamos vivos, que estamos enrolados en la vida, que sentimos pasión por lo que hacemos y que tenemos seres queridos por quienes trabajamos y le dan sentido a la existencia.
Si pusiéramos el estrés en el extremo de una línea, ¿qué crees que habría en la otra punta? ¿Relajación, diversión? No. El opuesto del estrés es la apatía. La palabra "apatía" viene del griego (a es un prefijo de negación y patos significa emoción, sentimiento), quiere decir “sin sentimientos” o “indiferencia de ánimo”, es decir, sin pasión. En este sentido, podemos decir que nadie desea una vida sin estrés, más bien se trata de encontrar la manera de abrazarlo y de que funcione en nuestro favor.
Por irónico que suene: en la vida mucho estrés y muy poco estrés es lo que causa estrés.
El estrés como socio
El estrés está en lo que amamos. Así que lo primero que tendríamos que hacer es rechazar la idea de que el estrés es malo. No es malo, gracias a él sobrevivimos y sus síntomas los sentimos en el cuerpo cuando se eleva el ritmo cardiaco o el estómago se agita, por ejemplo, para avisarnos que estamos en algún tipo de peligro o hay alguna amenaza.
Lo que queremos lograr es que trabaje para nosotros, en nuestro favor, por lo que primero habría que conocerlo, abrazarlo y aceptarlo cuando se trata de sacar adelante algo que nos apasiona o para apoyarnos en temas relacionados con nuestros seres queridos.
La psicóloga Alia Crum describe dos tipos de estrés y la manera de relacionarnos con él. El primero es cuando es constante y, por tanto, dañino, tal que debemos evitarlo. El segundo es el estrés que realza el desempeño y la productividad, facilita el aprendizaje, el crecimiento positivo y que tiene efectos benéficos que podemos canalizar.
Por otro lado, resulta asombrosa la facilidad con la que el ser humano se adapta a todo. Sin importar si se trata de vivir con temperaturas extremas o en sitios totalmente inhóspitos –como lo muestra el documental Human Planet de la bbc de Londres, que recomiendo ampliamente. La capacidad de adaptación que tenemos los habitantes de este planeta, incluso al estrés constante, nos lleva a acostumbrarnos a todo aquello que nuestro cerebro percibe como familiar, sea bueno o malo; al grado en que ya ni siquiera nos damos cuenta de que los diversos sistemas de nuestro organismo viven a marchas forzadas con tal de proporcionarnos un determinado equilibrio. Es entonces que el estrés resulta en innumerables padecimientos.
Conoce qué te estresa
Para hacerlo te invito a realizar el siguiente ejercicio: anota en un papel todo lo que te causa estrés en la vida, desde las cosas insignificantes hasta las más trascendentes. Cuando termines, piensa en cuatro categorías y haz cuatro columnas diferentes: muy estresantes, estresantes, poco estresantes e irritantes.
En la primera columna ubica las cosas muy estresantes: un cambio de casa, un divorcio, una enfermedad o el fallecimiento de un ser querido, la pérdida de un empleo, en fin. Este tipo de eventos requiere apoyo profesional, paciencia y tiempo para vivir el duelo y sobreponerse.
En la segunda columna incluye las cosas estresantes, como: la fecha límite para entregar un trabajo, problemas económicos, un hijo que no va bien en la escuela o una pareja enferma de algo no grave. Si bien, estas situaciones son difíciles, son más manejables que las primeras y afectan tu vida sólo un periodo específico de tiempo.
En la tercera columna escribe las poco estresantes como: los quehaceres de la casa, las obligaciones cotidianas del trabajo, las actividades diarias y relaciones frecuentes con las que quizá no fluimos fácilmente.
En la cuarta columna pondremos lo que simplemente nos irrita, como: llegar tarde a una junta, el tráfico inesperado, una dependienta ineficiente, lenta, o bien, el mal modo del hijo adolescente. Son pequeñas cosas que de alguna manera nos crispan y provocan que sobre reaccionemos a ellas.
Como ves, el estrés que estas cuatro categorías generan debería ser completamente diferente en intensidad, por lo que es importante separarlas y distinguirlas claramente para no tener la misma respuesta fisiológica al calificarlas sólo de “estresantes”. Si bien los eventos de la primera columna requieren tiempo y ayuda, como ya mencionamos, los de la cuarta los podemos dejar ir con una inhalación profunda. Es un trabajo de conciencia.
Con frecuencia cuando vivimos una situación estresante pensamos que durará toda la vida. Lo cierto es que todo llega a su fin. Aprender técnicas de respiración, meditación, mindfulness, yoga, tai chi, o bien, hacer ejercicio, nos puede ayudar a disminuir el miedo que tenemos al estrés mismo. Como mencionamos, el estrés es un síntoma que nos avisa que hay algo que amenaza nuestra calidad de vida o la de nuestros seres queridos. Nuestra tarea es verlo en perspectiva, dimensionarlo y agradecerle que trabaje en nuestro favor, para tomar cartas en el asunto con una mente más clara y un interior más tranquilo. Bienvenido el estrés.